La historia de nuestro Dolarito de CACPECO
Dolarito ¡Ese si es un ‘perrazo’! El verídico de raza o mejor aún, de muchas razas. Ojitos de husky, talla de pastor alemán, pelitos de puddle, orejitas de labrador. Mejor dicho, en el mundo no hay otro como Dolarito, él es único, como esos tesoros escondidos que solo unos pocos afortunados están destinados a encontrar.
Dolarito sonríe. Sonríe con la mirada cuando mastica un hueso, cuando corre detrás de una pelota y cuando es la hora de comer. Le gustan las caricias, meterse entre las sábanas tibias y mirar por la ventana cuando amanece.
A veces Dolarito tiembla. Tiembla aunque el día esté soleado. Parece que recuerda esos días cuando se acurrucaba entre las patas de su mamá, quien había excavado un hueco bien profundo en una quebrada para criarlo a él y a sus hermanitos. ¡Qué frío hacía en las noches! ¡Qué frío cuando llovía! ¡Qué frío cuando la mamita se tenía que ir para buscar comida! Su cuerpito temblaba, así como el de su mamita que había vivido por años en la calle. Alguna vez fue parte de una familia humana, quizás por un par de meses, pero alguien se cansó de cuidarla y la abandonó.
Un día, mientras Dolarito jugaba con sus hermanos en la quebrada, escucho voces. Eran humanos grandísimos, gritaban y gritaban. Lo señalaban con sus dedos largos y Dolarito solo sintió miedo. Pero cuando abrió los ojos después de un par de horas, estaba metido en una camita con cobijas y frente a él había un plato con comida. Recuerda que le dieron un baño caliente y lo que no le gustó fue cuando le pincharon con una aguja, su primera vacuna.
Esos humanos eran buenos. No eran como los que le había contado su mamita. No pateaban. No lanzaban piedras, ni aceite hirviendo. Ellos daban caricias, jugaban mucho y siempre tenían galletas.
Pocas semanas después a Dolarito le regalaron una familia humana. Ellos prometieron cuidarlo y amarlo hasta que le salieran canas (para eso iban a pasar más de 15 años). Llegó a una casa bonita, con un patio para correr y tomar el sol. Ahora tenía una mamá, un papá y dos hermanos, Juanito y Anita, quienes luego serían Ahorro Man y SúperCuenta, todos humanos.
Pero Dolarito no entendía bien lo que le decían, a veces extrañaba mucho a su mamita y a sus hermanitos peludos, tenía miedo a los juegos artificales y lloraba, le picaban sus dientes y mordía cosas y las dañaba. Hacia pipí y popó en un lugar donde al parecer no se debía hacer. Dolarito estaba un poco confundido.
Entonces, su familia se puso manos a la obra, había que darle a Dolarito un hogar cálido y esto fue lo que hicieron:
Pero además de estos básicos, su familia tomo algunas decisiones de convivencia para que Dolarito se sienta bienvenido:
Con su experiencia, Dolarito y su familia muestran lo maravillosa que puede ser la adopción. Con esta decisión honras la vida y fortaleces los valores que nos hacen mejores personas: la empatía, la solidaridad, el respeto, la entrega, la bondad, la generosidad y el compromiso. Darle un hogar a un animalito que ha sufrido abandono y maltrato no es poca cosa, es un acto que cambia el mundo.
Además, está comprobado, que la llegada de un animalito a la familia brinda muchos beneficios:
Si quieres tener un animalito en tu familia te recomendamos que no compres (esto fomenta el negocio de las fábricas de animales, donde son explotados y maltratados), sino que visites los refugios de tu zona, dirigidos por personas que rescatan animalitos como Dolarito. Muchos de estos lugares son de gestión privada, no tienen apoyo municipal, ni estatal, por lo que la ayuda siempre es bienvenida y necesaria.
Y si crees que estás listo, sal a la calle y no seas indiferente al dolor de miles de animales abandonados: perros, gatos y otras especies. Rescata y ten la experiencia de sanar a un ser vivo. Verás cómo florece cada día con tus cuidados y entenderás la ardua labor de un rescatista, que dona tiempo y dinero para salvar una vida. A pesar de ser una tarea dura, valdrá totalmente la pena.
Comprométete con esta causa, todas estas acciones suman:
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